Las lágrimas son el resultado del dolor que se produce cuando se reabre una herida, cuando un corte mal cicatrizado vuelve a mostrar su parte más oscura. Las lágrimas hacen que la mirada se llene de agua, que pierda la claridad, que no deje mostrar lo que hay detrás. Las lágrimas consiguen que, si tienes algo enfrente perfecto, maravilloso, que merece la pena, no puedas verlo con claridad. Que si encuentras lo que estabas buscando desde un principio, lo mires desde un cristal traslúcido y no consideres más allá de lo que podría ser.
Que el cristal esmerilado que se forma en tu mirada no te impida ver las maravillas que tienes ante ti. Que la lluvia no te amargue el dulce de un día soleado. Que el temor de sentir de nuevo dolor no te ciegue para ver un nuevo horizonte, un nuevo mundo, el lugar en el que sonreir no duela, saltar no haga daño y volar esté al alcance de todos. Donde soñar sea sencillo, donde vivir sea fácil y donde se pueda encontrar todo aquello que echamos de menos. Allí donde querer no duela...
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